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vestigación y los modos de vincularnos con la sociedad, en la
                 gestión y el gobierno universitario, en la internacionalización.
                 Estos cambios superan la mera incorporación de determina-
                 das tecnologías digitales en algunos aspectos de la vida de
                 nuestras universidades, en particular porque esta apropiación
                 de tecnologías, se vio y se ve limitada por dificultades econó-
                 micas, problemas infraestructurales o incluso por cuestiones
                 culturales.
                 	 Todavía se están produciendo debates sobre la pre-
                 sencialidad y la virtualidad, cuando en realidad el planteo de
                 fondo debería girar en cómo hacemos que la relación docen-
                 te/estudiante sea rica y potente, tanto en el aula física, como
                 en entornos mediados por tecnologías –virtuales, híbridas,
                 con profesores hologramas, con realidad aumentada, o en el
                 metaverso–, tal cual algunas de las herramientas que hoy te-
                 nemos a disposición. Es indispensable que el árbol no tape el
                 bosque y que podamos reconocer que debemos volver a cen-
                 trar la mirada en la relación estudiantado-profesorado, más
                 que en los instrumentos que median esa relación.
                 	 Eso también nos lleva a ser humildes y reconocer que,
                 en la mayoría de los casos, el empleo de las tecnologías para
                 sostener la educación durante la pandemia generó una suerte
                 de “educación de emergencia”. Hoy hay que animarse a dar el
                 salto de la emergencia educativa provocada por la pandemia,
                 al aseguramiento de la calidad universitaria en la pospande-
                 mia.
                 	 Para terminar, es importante que, desde la autonomía
                 universitaria, entendamos que no hay ni puede haber mode-
                 los ni destinos únicos para actualizar universidades y seguir
                 siendo un factor de movilidad social ascendente y democrati-
                 zación del conocimiento. Pero debemos tomar nota que nues-
                 tras instituciones fueron pensadas en el siglo XIX e inicios
                 del XX, que tienen autoridades y docentes del siglo XX, que
                 están recibiendo estudiantes del siglo XXI, quienes poseen
                 códigos y prioridades diferentes. Esta realidad es la realidad
                 innegable que nos obliga a desplegar otras herramientas para

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