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mente a este abandono, asistimos al surgimiento de nuevos
centros de producción de conocimiento – como los think tanks
y organizaciones similares – que comienzan a desafiar el lide-
razgo hasta entonces ejercido por las universidades.
Otros movimientos en red, con fuerte presencia en los
medios digitales, pretenden sustituir el conocimiento produci-
do por las universidades, afirmando uma equivalencia de fato
inexistente. En este malentendido, ignorando o descuidando
que nuestras instituciones son responsables de un tipo de
conocimiento que se basa fundamentalmente en el rigor del
método, en la investigación científica, en el uso de fuentes y
referencias fidedignas, en el dominio erudito, en fin, en todos
los procedimientos que subyacen a la construcción de la cien-
cia.
Como es sabido, la producción científica implica cos-
tos, ya que se basa en procesos costosos, ya sea en la for-
mación de investigadores, o en insumos y equipos, o incluso
en el tiempo requerido, que es, además, de previsibilidad in-
segura, que difícilmente puede ser satisfecha por los agentes
individuales. La caída de las inversiones en ciencia en Brasil
no sólo puso en peligro el entramado científico de larga data
construido entre nosotros, sino que sobre todo nos hizo re-
troceder frente a las exigencias de las sociedades contempo-
ráneas que hicieron de la ciencia un pilar del desarrollo y la
modernización.
Los siguientes indicadores son reveladores. En la figu-
ra uno, con base en los datos proporcionados por la Secre-
taría de Ciencia, Tecnología e Innovación, se puede observar
cómo la inversión federal en ciencia, tecnología e innovación
observó una trayectoria ascendente hasta el año dos mil ca-
torce, mientras que a partir del dos mil y de quince en adelan-
te, las inversiones sólo disminuyeron.
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