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Por otro lado, las adversidades internas surgen de una
                 pérdida paulatina del vínculo común entre las áreas de cono-
                 cimiento. En este sentido, en las últimas décadas las univer-
                 sidades han asistido a la ruptura entre una ciencia entendida
                 como más técnica, pero también más permeable a los intere-
                 ses del mercado, y las ciencias básicas, humanas y las artes,
                 más reflexivas y críticas. Adicionalmente, las nuevas formas
                 de organización al interior de las universidades – como los co-
                 lectivos – que son saludables, sin embargo, agregan un des-
                 ajuste a la institucionalidad existente, trayendo nuevas actua-
                 ciones políticas a los espacios físicos y virtuales, que alternan
                 entre la crítica, el reclamo y la denuncia.
                 	 Diante desse quadro, la desigualdad de género en los
                 espacios de poder de la academia debe ser enfrentada a la
                 luz de estos mandatos. Junto con la garantía de los derechos
                 individuales, la equidad entre mujeres y hombres en la ciencia
                 debe perseguirse como un medio para enriquecer la ciencia
                 misma, que se nutre de la diversidad de perspectivas, que
                 resultan en la construcción de nuevos objetos y temas de in-
                 vestigación. Es la multiplicidad de estos lo que diversifica los
                 objetos de investigación, así como las formas de investigar-
                 los, porque, como sabemos, los problemas de investigación
                 no pueden desligarse de los valores de quienes los formu-
                 lan. Tomemos, por ejemplo, los estudios sobre género, que
                 cambiaron la percepción y el análisis de la vida social. En
                 consecuencia, los reclamos por la igualdad de género dentro
                 de las universidades expresan movimientos generalizados y
                 reconociblemente justos en círculos ilustrados, que han fun-
                 damentado la formulación de políticas públicas.
                 	 Antes de ser elegida y nombrada Vicerrectora de la
                 USP, entre dos mil diecinueve y dos mil veintidós, ocupé el
                 cargo de coordinadora de la Oficina de la Mujer de la USP, ór-
                 gano asesor de la rectoría en este tema. En ese cargo, repre-
                 senté a la Universidad de São Paulo en la coalición Impacto
                 10 x 10 x 10, liderada por el Movimiento HeForShe de ONU
                 Mujeres, junto con otras nueve universidades internacionales.

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